Fuente: El Economista
Por: J. Francisco De Anda Corral
Fecha: 10 de mayo de 2020
Desde la filosofía, dos especialistas opinan acerca de la guía bioética de medicina crítica del CSG.
Ante el escenario complejo de a quién salvarle la vida en caso extremo, o dicho de modo más suave, con qué criterios aplicar los recursos médicos limitados frente a una pandemia, como la del Covid-19, no es fácil hallar consensos.
El Consejo de Salubridad General (CSG) publicó a mediados de abril una guía que en la evolución de su nombre refleja su complejidad. Primero se llamó Guía bioética de asignación de recursos de medicina crítica, documento que priorizaba al personal de salud y a pacientes jóvenes con Covid-19 sobre los adultos mayores o enfermos crónicos y del cual la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se deslindó, apelando a su derecho de tener una opinión en el seno del CSG; luego pasó a ser Proyecto guía de triaje para la asignación de recursos de medicina crítica; después, Guía para asignación de recursos médicos en situación de contingencia, para, finalmente, quedar en Guía bioética para asignación de recursos limitados de medicina crítica en situación de emergencia (última versión disponible del 30 de abril).
Su objeto y alcance son: “Ser una guía bioética que proporcione criterios para orientar la toma de decisiones de triaje cuando una emergencia de salud pública genera una demanda en los recursos de medicina crítica que no es posible satisfacer”.
“Esta guía es dinámica y de ser el caso, entrará en operación si la capacidad existente de cuidados críticos en un determinado hospital está sobrepasada”, indica la guía.
Lo que algunos especialistas han criticado a la guía es que se centra en el triaje (un mecanismo de clasificación o criba que se considera en casos de emergencia o desastres) y no en evitar que las personas lleguen al hospital.
Para Eneyda Suñer Rivas, doctora en Filosofía, profesora de Bioética en el ITESO e integrante del Comité de Ética Hospitalaria del Centro Médico de Occidente, hospital de especialidades del IMSS en Guadalajara, el documento exhibe “un darwinismo social y un enfoque caritativo”.
No tiene en cuenta los principios básicos de la bioética que refiere el informe Belmont (respeto, beneficencia y justicia), “sobre todo el de respeto por las personas o pacientes que supone respeto por su autonomía con un conocimiento informado”, señala Suñer.
Dice que el criterio de “vida completa”, referido en el primer documento, por el que se prefiere salvar la vida de un joven sobre un adulto mayor, “está basado en el utilitarismo y además parte de un supuesto falso: que la persona joven va a vivir más tiempo. Nadie puede saberlo , eso tiene que ver más con otros factores que con la probabilidad misma. Las comorbilidades, por ejemplo, y no con la edad”, señala la especialista.
Asegura que este contexto de pandemia y de recursos limitados, el criterio que debe privilegiarse es el ejercicio de la “voluntad anticipada” de las personas que contraigan el virus y que vean comprometida su supervivencia.
“El paciente, o el familiar, que llega a un hospital normalmente está en condiciones de lucidez para firmar un papel”, anticipando las decisiones que debe tomar el personal médico ante una situación extrema.
Pero Suñer añade que en México no estamos educados sobre qué es y cómo ejercer la voluntad anticipada, y el Estado no ha realizado ningún esfuerzo en ese sentido. “Corresponde al Estado emprender campañas masivas de educación sobre lo que es la voluntad anticipada, así como se hacen campañas de medidas preventivas para quedarse en casa, la sana distancia o lavarse las manos”, señala.
El otro aspecto que critica en la guía es que al ponderar la prioridad de salvar al personal médico que contraiga el virus es que se equivoca en el razonamiento: “No es por caridad ni por agradecimiento a su sacrificio, sino por una necesidad objetiva. Es por los demás”, concluye.
Por su parte, Mayte Muñoz Sánchez, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, celebra la difusión de la guía y matiza: “Se trata de una guía, un apoyo que requerirían los equipos médicos a la hora de enfrentar situaciones de escasez. No es un instrumento para uso cotidiano, sino una herramienta para situaciones extremas”.
“En efecto, en caso de falta de respiradores o ventiladores para asignar a pacientes con insuficiencia respiratoria grave, el personal sanitario se enfrentaría a un dilema moral: ¿cómo decidir entre dos pacientes a la hora de asignar un único equipo? Es en momentos como este en que se requiere de criterios bioéticos claros y justos”, añade.
Dice que esta última versión de la guía “parte de un principio ético fundamental: la dignidad de la persona, principio según el cual todos los seres humanos nacen libres e iguales, y por ello deben gozar de los mismos derechos sin distinción ni exclusión”.
En este sentido, explica la especialista, ningún criterio bioético puede ser discriminatorio en ningún caso. Y añade que “una guía bioética debe, entre otras muchas cosas, servir a los responsables de la toma de decisiones para evitar posibles derivas eugenéticas y conflicto de intereses”, sostiene Muñoz.
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