Fuente: Sumédico
Por: Gina Tarditi
Fecha: 1 de abril de 2024
Un sistema de salud humanista es aquel donde cada hospital, público y privado, cuente con espacios que ofrezcan la privacidad necesaria para que los familiares reciban las malas noticias sobre la gravedad o muerte de sus seres queridos
¿Tenemos un sistema de salud humanista? Ana tenía 57 años. Esposa, madre, hija, hermana y amiga de muchos. En octubre del 2023 sufrió la fractura de un pie a consecuencia de una caída. Llegó al hospital del Seguro Social que le correspondía, el cual no tenía disponibilidad de camas. Ana tuvo que permanecer en un sillón reclinable durante dos días hasta que finalmente pudo ser operada. Unos días después, fue dada de alta.
Todo iba bien con su recuperación, sin embargo, un par de semanas más tarde sintió fuertes dolores abdominales que la llevaron de nuevo al hospital. El diagnóstico esta vez fue una hernia que requirió una cirugía de emergencia. De acuerdo con lo que me relatan sus familiares, le insertaron una sonda nasogástrica para pasarle alimento, lo que la mantuvo muy incómoda hasta que, unos días después, le pudo ser retirada para iniciar una dieta transicional de papillas.
La familia la veía cada vez más débil y fatigada. Bastaban unos cuantos pasos para que su debilidad la hiciera regresar a la cama. Cuando preguntaban qué estaba sucediendo les respondían que la oxigenación estaba baja y que por ello estaba recibiendo oxígeno. Ellos aseguran que nunca les mencionaron que su situación era delicada o que podía fallecer. Ese día, al terminar la hora de visita, la familia se sentía preocupada y creían que era el momento para trasladarla a un hospital privado, aun cuando Ana había rechazado esa propuesta cuando se le sugirió la primera vez, cuando sufrió la fractura.
Así fue como ese mismo martes por la tarde, la familia empezó a buscar opciones para conocer las posibilidades que tenían de trasladar a Ana a otro hospital. Les explicaron que Ana tendría que pedir una alta voluntaria y el traslado debía hacerse en ambulancia. En esto estaban cuando, de pronto, el hijo de Ana recibió una llamada del hospital donde se encontraba su madre. “Necesitamos que vengan con el acta de nacimiento de la paciente” le dijeron. El hijo preguntó si le había pasado algo a su mamá. “Cuando llegue con el documento les daremos el informe médico”, le respondieron.
Según me cuentan, alguno pensó que tal vez pedían el documento porque trasladarían a Ana al hospital Siglo XXI. Otros, estaban asustados, pero nadie pensó o quiso pensar en algo más. El esposo de Ana se apresuró junto a sus dos hijos para tomar el documento e irse al hospital rápidamente. Cuando llegaron, el guardia de seguridad les indicó que solo podía entrar una persona; en este caso, fue el esposo quien ingresó y así, estando solo, recibió la noticia de que Ana había fallecido y que el acta de nacimiento la habían solicitado para extender el certificado de defunción.
¿Es este un sistema humanista? ¿Esta es la mejor forma de dar una noticia devastadora a la familia de un ser querido que acaba de fallecer? ¿No existe un protocolo que intente suavizar el golpe brutal? ¿Es humano dejar pasar solo al esposo para recibir una noticia así, habiendo teniendo la posibilidad de que sus dos hijos lo abrazaran y compartieran el choque inicial que suele provocar una noticia así?
Cada hospital, público y privado, debiera contar con espacios que ofrezcan la privacidad necesaria para que los familiares reciban las malas noticias sobre la gravedad o muerte de sus seres queridos, sin estar expuestos a la mirada, el ruido y la frialdad de los pasillos de un hospital.
Los equipos de salud, médicos, enfermeros, trabajadores sociales y profesionales de otras disciplinas, hacen cuánto les es posible por ofrecer un trato cálido, pero el sistema hace que todo se vuelva más complejo, alejándolos de la posibilidad de “estar” por encima de “hacer” en momentos como este donde, el papel fundamental es hacer sentir al que sufre que no está solo, que quien le habla es un ser humano y no solamente, un profesional de la salud.
José de Teresa 253, Campestre Tlacopac, Álvaro Obregón, CP 01040, CDMX
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