Arnoldo Kraus: “Tenemos derecho a apropiarnos de la muerte”

Fuente: Milenio
Por: Héctor Hernández

El doctor habla sobre su nuevo libro, La morada infinita, donde se aproxima a temas como la eutanasia y el suicidio asistido.

¿Tenemos razón al querer decidir sobre nuestra muerte? A través de su carrera, el doctor Arnoldo Kraus (Ciudad de México, 1951) se ha dedicado a reflexionar sobre esta pregunta. Su nuevo libro, La morada infinita (Debate), es una nueva aproximación a temas como la eutanasia y el suicidio asistido. Su posición es la de quien defiende la posibilidad de elegir cuándo poner punto final a nuestra existencia por igual que un derecho tan importante como la libertad.

En La morada infinita reflexiona acerca de la forma en que nos relacionamos con la muerte.

Así es, desde joven me ha interesado mezclar la literatura médica con la filosofía. La duplicidad de nacer y morir nos concierne a todos y no siempre la pensamos como debería. Como médico, te encuentras entre nacimientos y muertes. Los primeros se explican muy fácil, las segundas no, porque no nos gusta pensarlas. Conforme creció mi experiencia clínica descubrí que la mayoría de la gente muere en malas condiciones. No confronta su final cuando puede y no me refiero a un accidente o un infarto, pero sí cuando enfermas o envejeces para quizá tratar de elegir cómo morir de la forma menos mala, hablando por ejemplo de los pacientes con padecimientos terminales. Ahí sería interesante abrir un diálogo más amplio y eso es lo que intento con el libro.

—¿Qué tan alejados estamos de asumir la libertad de elegir sobre nuestra muerte?

El mundo nos quita muchas libertades y acota muchos de nuestros deseos, pero nadie te quita el derecho al suicidio, lo cual no significa eutanasia, pero sí poner fin a tu vida. Tampoco se te debe arrebatar la posibilidad de acercarte a un médico para que te acompañe a morir junto con tus familiares o seres queridos. Podrán criticar la decisión final y decir que no lo permite dios o las leyes, pero, insisto, nadie puede quitarte el privilegio de decidir cuándo poner fin a tu vida. Es un derecho.

 

—El prólogo lo escribe Eduardo Matos Moctezuma. ¿Qué relación hay entre la muerte prehispánica y la perspectiva que usted aborda?

Es un privilegio que Eduardo Matos escriba sus experiencias con la muerte prehispánica. No hay época en la que las personas no se hayan confrontado a la tragedia de la muerte. Corrijo, no siempre es tragedia porque en enfermos muy enfermos la muerte se prolonga con la vida. En esos casos uno tiene el derecho de pensar que esto ya se acabó. Lo mismo escribe Matos en relación con los aztecas. Tenemos derecho a apropiarnos de la muerte. Yo pienso que el ser humano es autónomo, aunque los políticos y los religiosos digan lo contrario. Afortunadamente, cada vez se entiende más que un buen final es una prerrogativa de la persona y una herencia adecuada para quienes se quedan.

 

—¿Cómo convive esto con la tecnologización médica?

La medicina ha sido sustituida por el poder de la tecnología y el laboratorio. Para mí, la buena medicina es la que se ejerce con una relación profunda entre el médico y el paciente; por desgracia, ésta va desapareciendo. Vivimos en un mundo líquido y rápido, en donde los encuentros entre seres humanos cada vez son menos intensos y amorosos. No veo cómo corregir esto. En Estados Unidos la relación entre médico y paciente casi no existe: el enfermo suele hablar con los asistentes.

 

—¿Para normalizar la eutanasia qué tan importante es la legislación como punta de lanza?

Es muy importante. Hay médicos que pueden ser perseguidos por ayudar a morir. En México no hay una legislación que permita la eutanasia o el suicidio asistido. Lo que sí hay es la permisión de voluntades anticipadas, es decir, que el enfermo, vía escrita, decida si quiere pasar sus últimos días en el hospital o en casa.

 

—¿La moral religiosa es el principal obstáculo para aceptar la eutanasia?

Sí, en México, un país muy religioso, tal vez sea el mayor obstáculo. Hay otros, como los políticos o los encargados de la salud en el país, a quienes nunca les ha interesado el tema. Ahí tenemos una dupla siniestra.